Comentario
El pilar del ejército helénico estaba en la infantería, ocupando la mayor responsabilidad los llamados hoplitas, soldados equipados con armamento pesado que debían costearse de su propio peculio, aunque en ocasiones Atenas sufragó los gastos del material militar de los efebos. Dos eran las armas ofensivas del hoplita: la espada y la lanza. La espada se empleaba para el combate cuerpo a cuerpo. Recibía el nombre de xiphos y era de reducidas dimensiones -apenas medio metro de longitud-. Con el mismo filo por ambos lados, la hoja era más estrecha junto a la empuñadura y se iba ensanchando hacia el centro para rematarse en la punta de manera suave. La espada se portaba en el interior de una vaina que colgaba a la altura del pecho izquierdo, sujetándose por un tahalí que cruzaba el cuello por el hombro contrario. De esta manera, se podía apretar la vaina contra el cuerpo con el brazo izquierdo, el que portaba el escudo, mientras que con el derecho se sostenía el arma, sin ofrecer blanco al soldado enemigo. En la fuerza de los golpes y acometidas estaba la eficacia de la espada, ya que se empleaba contra un enemigo que estaba defendiéndose con un arma diferente y había que traspasar el pesado equipo defensivo del rival.
La lanza medía más de dos metros, estaba realizada en resistente madera y se remataba con una punta de hierro. Para facilitar su manejo, la parte central del asta era engrosada con tiras de cuero, lo que proporcionaba mayor acierto en el lanzamiento. La lanza era la pieza clave de la ofensiva hoplita, convirtiéndose en el arma helénica por excelencia. Para evitar su desgaste, la lanza se guardaba mientras no se usaba en un estuche especial.
Cuatro eran los instrumentos defensivos del hoplita. El escudo (hoplon) era la principal arma defensiva. De constitución circular, su diámetro medía casi un metro. El armazón que lo constituía era de madera, cubriéndose la superficie externa con una protección de cuero o, en ocasiones, de bronce. En el centro del escudo se colocaba un adorno de metal, normalmente figuras protectoras. El escudo podía estar decorado con motivos grabados o pintados. La tenacidad en el combate venía simbolizada por el escudo; arrojar el escudo era sinónimo de cobardía y traición ya que se debilitaba la formación.
Una coraza o peto llamado thorax protegía el pecho del hoplita. Generalmente estaba constituida de dos placas metálicas de forma cóncava que dejaban al descubierto los brazos, llegando hasta la cintura. El material con el que se realizaba la coraza era habitualmente bronce pero también se fabricaron corazas de cuero y grueso lino, reforzadas con placas metálicas. La parte inferior del tronco era protegida por tiras de cuero que colgaban de la cintura, alcanzando hasta los muslos.
Un casco metálico protegía la cabeza del hoplita, acolchándose su interior con un forro de fieltro o cuerpo. Existían diferentes tipos pero por lo general presentaban forma cónica o aguda. Una retrovisera que se prolongaba por detrás protegía la nuca.
Las grebas eran unas canilleras de metal que se colocaban en las piernas para proteger desde la rodilla hasta los tobillos, mientras que sandalias o borceguíes de cuero cubrían los pies del soldado. Ya que el equipo era pesado, el hoplita debía salir al campo de batalla ayudado por un auxiliar, habitualmente un esclavo.